Algunas cosas que han brotado de mi cabeza sin ningún orden, pero que quería compartir con vosotros.
Quizá otro día reflexione con mayor orden de ideas y desarrolle algunas de ellas. Hoy simplemente me dedico a esbozar algunas precisamente porque una compañera de trabajo me ha dicho que me quejo de vicio, que su marido ha estudiando con los Legionarios y que son estupendos.
Pues no sé lo estupendos que serán con el marido de esa señora, pero lo que ha sido conmigo..., leed y prestad atención.
1. Por Cristo
Todo lo hacíamos por Cristo. Daba igual el trato al que nos sometieran, los superiores nos decían que teníamos que pensar que eso lo hacíamos por Cristo y nosotros tan contentos.
Meterse a la piscina cuando hay nieve alrededor de la piscina y está nevando: por Cristo. Ducharte con agua fría porque no había más: por Cristo. Dormir en un barracón enorme en un invierno nevado sin calefacción y solo con una de esas estufas de butano para todo el barracón: por Cristo.
Por Cristo, por Cristo y por Cristo; y claro, las manos llenas de sabañones.
2. Rencorosos
Si te vas o te echan de la Legión, fíjate lo que te hacen. Esta es la verdadera cara de los legionarios: cuando estaba en el seminario de Moncada estudiábamos inglés, latín y griego.
Por supuesto, eso del latín y griego solo era porque estábamos en un seminario porque en primero de BUP no eran obligatorios. Pues bien, una vez que abandonas la Legión te das cuenta de que te han suspendido Valenciano. ¿Valenciano? Sí, valenciano. ¿Pero cómo pueden suspenderme si no me han dado clases de valenciano ni me han examinado de ello?
Así eran los legionarios. Todo por fastidiar. Supongo que a quienes se quedaron les aprobarían valenciano, por supuesto, sin estudiar ni examinarse de valenciano. Así son.
3. Las comunidades
Cuando llegué formamos 3 comunidades: menores, medianos y mayores. Luego, como había un menor número de apostólicos las comunidades se quedaron en menores y mayores.
Te asignaban a una de esas comunidades y no podías hablar con los de otras comunidades aunque hubieran sido amigos íntimos desde hace años. Y si lo hacías te castigaban. ¿Tiene esto algún sentido?
4. Vivan los chivatos
Una de las características de la vida en la Legión era que se premiaba a los chivatos. Había que chivarse de los demás si querías medrar. Cuando llegaba el día de comprar (al cura) cosas de aseo, cuadernos, bolígrafos… todos los apostólicos compraban una libreta de fichas. Eran para chivarse.
Los curas tenían fichas azules. Los ediles (luego llamados bedeles por el P. Carillo quien sabe por qué -que eran los chivatos oficiales elegidos a dedo por los curas) eran rosas, y los demás nos chivábamos en fichas blancas y sin formato.
Teníamos que contar todo lo que viésemos de los demás compañeros: el hermano X habló durante el tiempo de aseo, el hermano Z y el hermano Y haciendo ligerezas, el hermanos A y el hermano B llevándose de manos…
5. Intimidad=0
Intimidad cero, pero no cero normal, sino cero patatero. Te controlaban todo: tu armario y tus cajones, para ver si los tenías ordenados, todo. Incluso la correspondencia y las llamadas telefónicas.
Todos los sábados teníamos que escribir una carta a nuestros padres, cartas que, por supuesto eran corregidas por el superior. No solo corregían las faltas de ortografía, también teníamos que eliminar cosas que los curas no querían que contáramos a nuestros padres.
Por ejemplo, yo una vez les contaba a mis padres que me había mordido el perro (Atila, el favorito del P. Villalobos) y el P. Villalobos me mandó quitar eso. Me dijo que las cartas eran para integrar a nuestros padres en la Legión no para que pensaran que estábamos en una cárcel. Finalmente mi carta decía algo así como “Les ruego que recen mucho para que con la ayuda de Dios pueda convertirme en un buen sacerdote…”
La correspondencia que venía también estaba controlada, siempre te la daban abierta y eso no era para mirar la ortografía de nuestros padres. Cuando nuestros padres nos llamaban por teléfono, primero había que avisar al rector y luego si este daba permiso, al apostólico en cuestión. En fin, intimidad cero.
6. Vida en comunidad
Luego estaba la manía de tener que ir siempre en comunidad, qué agobio, no poder descansar nunca.
Y si tenías que ir al hospital de Santander Valdecilla, para una consulta o lo que fuera, tenías que ir acompañado por la persona que te indicaran los curas, lo que significaba que además de tu billete, se lo tenías que pagar a otra persona, cuando tú ya andabas escaso de dinero.
Y claro, a esa otra persona la elegían los curas, no tú, es decir, que tenías que pasar el día con alguien a quien no tragabas y encima se lo tenías que pagar tú. Vaya gracia.
7. Peinarse con agua
Otra manía, que tenían los curas era que había que peinarse con agua, es decir, tu pelo tenía que estar mojado. Imaginaos en invierno en una casa así de grande y sin calefacción. El P. Carrillo nos enseñó más de una vez a peinarnos (¿?): se coge agua, se lleva a la cabeza y se frota con la yema de los dedos para que quede bien humedecido todo el pelo. A continuación se peina con ralla. Eso de peinarse con ralla a un lado, "el peinado legionario" hace que todos parezcan robos, todos igualitos y claro, con esos peinados, parece que todos estén en otra época.
Si no tenías el pelo mojado es que no te habías peinado y te podían castigar. Por eso, entre los apostólicos comenzó a ponerse de moda el uso de Patrico, un fijador de pelo que de daba un aspecto mojado. Incluso algunos apostólicos que tenían menos dinero, después de peinarse con agua se pasaban la pastilla de jabón por el pelo porque cuando se secaba daba un aspecto mojado al cabello.
Por cierto, al P. Villalobos se le ocurrió que el pelo debía de lavarse con pastilla de jabón, que eso del champú era un engaño y dejaron de vender champú.
8. Las vacaciones y el role-playing
Durante los veranos teníamos 2 semanas de vacaciones, pero, cuidado, que el demonio podía estar acechando: nuestros amigos de la vida anterior podían decirnos si queríamos ir al cine o a la piscina y claro, como eso era pecaminoso, hacíamos ensayos de lo que teníamos que decir para no quedar como tontos ante nuestros amigos, pero decir que no al mismo tiempo.
Así que nos inventábamos un teatrillo: un apostólico hacía de amigo y otro de apostólico. Y el superior iba corrigiendo sobre la marcha lo que decían mal, en su caso. No recuerdo nada más patético por mucho que intente imaginarlo.
9. Prohibición de hablar durante las comidas
Teníamos prohibido hablar durante el desayuno, la comida y la cena. Durante ese tiempo, había un apostólico leyendo “La Imitación de Cristo” por Tomás de Kempis, un libro de urbanidad, o en el caso de la comida, a veces, un libro de aventuras.
Mi mente solía vagar por ahí pensando en cualquier otra cosa, pero ojo, que ahí estaba el P. Carrillo para tocar el timbre y preguntar sobre lo que se estaba leyendo para comprobar que estábamos escuchando. No te dejaban en paz ni para comer. Bueno, los domingos y en las primerísimas sí que podíamos hablar en las comidas, aunque no recuerdo si los domingos podíamos hablar a la hora del desayuno.
10. Televisión=0 salvo los ganadores de 3 permios al año
No veíamos nunca le televisión como no fuera una, dos o quizá tres películas al año con ocasión de un premio. Premios al equipo que más puntos consiguiera (creo que el período era de 6 meses) y premio al equipo que hiciera la mejor posada (las posadas eran banquetes que se daban durante las fiestas de navidad organizadas por los propios apostólicos y también pagadas por los padres de los propios apostólicos).
Por eso teníamos tantas ganas de ver algo y hacíamos lo que fuera para que nos dieran uno de esos premios.
Todo era competir para ganar y poder ver una mierda de película de romanos o de nazis, y también de Bud Spencer o de Chuck Norris si dependía del P. Villalobos.
Por eso había que ser competitivo en los deportes y en clase, para que te dieran puntos para tu equipo y si por alguna razón perdías puntos de tu equipo todos te miraban mal. Esta competencia absurda, cuando sales de la Legión es lo que hace que los demás se rían de ti y te tomen el pelo.
11. Equipos de actividades
Ah, y los equipos de actividades, una de las cosas más absurdas que te puedas imaginar.
Se trata de reunir a varias personas para que se pongan verdes las unas a las otras. Tienes un tiempo para poner verde a los de tu equipo de actividades y solo te reúnes con ese equipo para eso. Cuando se termine el tiempo de "actividades" ya no puedes criticar a nadie en sus narices (siempre puedes chivarte de algo que no te guste de alguien al superior).
Los comentarios eran del tipo “Yo recomendaría a Agüero que no sea tan pelota y que…” y todo ello con un cierto rintintín.
12. Enchufismo
Había un enchufismo que no os podéis hacer ni idea. Siempre eran los mismos y por todos los curas. ¿Qué tenían en común los enchufados? Que eran muy buenos en deportes. Así de simple.
13. “Mon Pere” y “Mamá Maurita”
La adoración que sentían por “Mon Pere” y por “Mamá Maurita” es de locos. En la capilla sólo se pueden leer 2 cosas: la biblia y las cartas de nuestro padre, como si fuera algún código revelado por Dios. Y siempre y en cada charla que te daban los curas te ponían de ejemplo a “Mon Pere”, aunque fueran inventadas.
Lo de “Mamá Maurita” aún es peor porque en Ontaneda, creo que era durante los ejercicios espirituales, te dejaban un mechón de pelo suyo en la barandilla del Amarillo y los apostólicos lo besaban como si fuese las reliquias de un santo.
Por cierto, a nosotros se nos dijo que la madre de “Mon Pere” estaba en proceso de canonización. Pero ¿Se puede saber lo que ha hecho esa mujer para estar en proceso de canonización?
14. Meditación
La meditación de por las mañanas, ya sabéis: rezo al levantarse, primeras oraciones, meditación y después misa. Pues antes de misa teníamos una meditación dirigida que era un lavado de cerebro en toda regla.
Cada día trataba de una cosa distinta y los superiores te contaban alguna “anécdota para hacerlo más llevadero a esas horas de la mañana y sin desayunar. Pero al final, todo se resumía en lo mismo:
Te contaban que Dios al hacerte la llamada te había asignado un número de almas que debías salvar y que tú no conocías ese número. Si no perseveras en la Legión no salvarás a esas almas y por tanto, irás al infierno por no cumplir con la misión de Dios nuestro señor, pero si perseveras y las salvas irás al cielo. Y el cielo y el infierno serán mucho más dulces y mucho más severos respectivamente que los del resto de los mortales porque nosotros somos el ejército de Jesucristo, en quien Él confía para desarrollar Su misión, por eso si le ayudamos seremos recompensados una y mil veces, pero si le fallamos…
Pues teníamos que aguantar esto a diario y a primera hora de la mañana. ¿Os imagináis un lavado de cerebro peor? Os puede parecer que no, pero esto a mí me generaba pesares de conciencia.