viernes, 17 de febrero de 2012

DE PERROS, CATARROS Y OTRAS DE AVENTURAS

En esta entrada voy a hablaros de las pocas veces que tuve que ir al médico mientras estuve en Ontaneda y de cual fue su resultado.
1. De perros   Año 1983-1984
Si no lo sabéis, os lo digo yo, con los legionarios hay que ir corriendo a todas partes salvo que nos encontremos dentro de un edificio, en cuyo caso está prohibido.
Pues bien, el día en cuestión justo después de comer me dirigía yo corriendo a los vestuarios para ponerme la ropa de deporte y por algún motivo yo iba en cabeza. Atila (el perro) no se lo debió tomar muy bien, me persiguió y me mordió en el gemelo derecho, y no creáis que un mordisquito, sino que el chucho tiraba con fuera.
Después de tamaña mordida, como os podréis imaginar, me metí en el vestuario (para más detalles, el vestuario en el que se guardaba la bombona de butano para las duchas exteriores que estaban junto a la piscina) y me puse a llorar durante un rato. Luego me uní a la comunidad con 2 ó 3 minutos de retraso. La comunidad había ido al parque de Ontaneda a jugar a baseball y el P. Ortega, cuando me vio llegar, sin preguntarme por qué cojeaba ni nada, directamente me castigó, claro, yo era un vago.
Después de interrumpirle, porque no quería escuchar, y de decirle que me había mordido el perro, y de enseñarle la herida porque no me escuchaba, me dijo que fuera al Negro, donde había un botiquín y me echara un poco de agua oxigenada.
Sí, sí, así de bien nos cuidaban los curas. Le muerde un pastor alemán a un niño de 11 años y todo lo que le dicen fue que se ponga un poco de agua oxigenada. Qué detallazo, gracias padre, ¿cómo puedo agradecérselo? Y esa fue toda la ayuda que recibí por parte de los curas.
Los sábados por la tarde teníamos que escribir una carta a nuestros padres. Pues bien, yo en la mía les conté lo del incidente. Y el padre Villalobos me dijo que la volviera a repetir.  Me dijo que las cartas eran para integrar a nuestros padres en la Legión no para que pensaran que estábamos en una cárcel.
¿De verdad que esto no es una secta?
2. De catarros                                              
Los curas tuvieron la gran idea de que había que limpiar el desván (penthouse como se llamaba allí).Estaba lleno de colchones meados que acumulaban polvo. Bueno, básicamente, todo era basura que acumulaba polvo.
Nuestra tarea básica consistía en mover todos los colchones (todos estaban meados) desde donde se encontraban hasta una pequeña habitación que había en el desván.
Fue durante esos días que comencé a sentirme muy mal, respiraba fatal, me cansaba mucho… Así que le dije a mi prefecto (se llamaba así tu superior) que necesitaba ir al médico. Me dijo que era catarro y que un catarro se curaba en 7 días si has ido al médico y en una semana si no, así que nada de nada.
Durante las siguientes semanas (mucho más de 7 días) mi estado iba a peor, sobre todo porque continuaba limpiando el desván, pero claro, yo lo atribuía al catarro, después de todo, no teníamos calefacción y nos calentábamos con una sola estufa de gas en clase y con una sola estufa de gas en los barracones.
Bastante tiempo después, me encontraba tan cansado (¿?) que no podía seguir y me quedé alejado de la comunidad que se estaba cambiando para ponerse la ropa de deporte. De repente ví al P. Carrillo que se me acercaba y yo ya estaba pensando en que me iba a dejar incomunicado.
Me preguntó por qué estaba fuera de la comunidad y le dije que no podía respirar. Me preguntó si había ido al médico y le dije que no porque el superior me había dicho que era un catarro y que un catarro se curaba en 7 días si has ido al médico y en una semana si no. El P. Carrillo me dijo que eso no era un catarro y que fuera al médico inmediatamente.
Claro, las órdenes del P. Carrillo no se discutían por ningún prefecto, así que fui al médico. Resultado: tenía asma por alergia al polvo. De las pocas cosas que tengo que agradecer al P. Carrillo.
Cojonudo, yo me sentía mal, sin fuerzas … todos los días, y cada día peor y resulta que era porque todos los días iba al desván a mover camas y colchones y a limpiar.
El médico me recetó unas inyecciones. Fuimos a la farmacia a pincharme y después de algún tiempo de ponerme la primera (quizá una hora) ya me sentía mucho mejor.
Luego había que ir a Valdecilla a hacerme no sé qué pruebas y a ver al neumólogo. Había que pedir cita, no sé cómo, pero cuando los padres me autorizaron a ir fui sin ninguna cita concertada.
El médico se apiadó de mí y me atendió una vez hubo atendido a todos sus pacientes, pero me dijo que la próxima vez fuera con cita. Y claro, para ir a Valdecilla, tenías que ir acompañado, así que tuve que pagarle el viaje a otro apostólico. Me tocó ir con un chico que se llamaba Félix, creo recordar que era de Miranda de Ebro o de Briviesca (Burgos), un buen chico, aunque no habría sido mi elección si hubiera podido yo elegir.



1 comentario:

  1. Ja,ja... las famosas limpiezas de desván. Yo también participé en alguna. Recuerdo que los colchones meados se guardaban en los cuartos del fondo. Subías las escaleras escarpadas, atravesabas el pasillo estrecho que quedaba entre la ventana de las escaleras y el laboratorio destartalado, luego cruzabas el dormitorio que solía usarse cuando venían convivencias (por cierto más de cuatro noches dormí allí) y luego allí estaban los cuartos oscuros. Lo típico era subir dejar el colchón y cuando salías los compañeros habían apagado la luz y debías recorrer el trayecto de vuelta a oscuras. Además creo recordar la típica historia de miedo que te habían contado para que no perdieses mucho el tiempo por allí arriba. En mi época era la de Ganchenchu (mitad hombre, mitad cerdo).

    En el desván se organizó nada más subir a la derecha una zona de juegos pero creo que solo podían subir los mayores cuando había convivencias para no ser muchos en el salón de Las Columnas.

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